miércoles, 6 de julio de 2011

CARTA A LOS CATÓLICOS PERPLEJOS ( IV)


  

¿TENEMOS QUE CONDENAR AL CONCILIO DE TRENTO?

   Lutero apartó de la Iglesia a pueblos enteros, trastornó a Europa, espiritual y políticamente, al reducir a ruinas la jerarquía católica, el sacerdocio católico, al inventar una falsa doctrina de la salvación, una falsa doctrina de los sacramentos. Su rebelión contra la Iglesia será el modelo que habrán de seguir todos los futuros revolucionarios que desencadenen el desorden en Europa y en el mundo. Después de quinientos años es imposible, como algunos quisieran, hacer de Lutero un profeta o un doctor de la Iglesia, puesto que no es un santo.

 
   Ahora bien, si me pongo leer la “Documentation catholique” o las revistas diocesanas, encuentro escrito lo siguiente por la pluma de la comisión mixta católico-luterana, oficialmente reconocida por el Vaticano, entre las ideas del Concilio Vaticano II, en las que se puede ver una admisión de los requerimientos de Lutero, se encuentran por ejemplo:
 

La Documentation catholique, 3 de julio de 1983, N° 1085, págs. 696-697. 12:


1. la descripción de la Iglesia como 'Pueblo de Dios'  (idea clara del nuevo derecho
canónico, idea democrática y no ya jerárquica);

2. el acento puesto sobre el sacerdocio de todos los bautizados;

3. el compromiso en favor del derecho de la persona a la libertad en materia de religión.

4. Otras exigencias que Lutero había formulado en su tiempo pueden considerarse satisfechas en la teología y en la práctica de la Iglesia actual: el uso de la lengua vulgar en la liturgia, la posibilidad de la comunión en las dos especies y la renovación de la teología y de la celebración de la Eucaristía."   ¡Qué gran reconocimiento! ¡Satisfacer las exigencias de Lutero que se mostró el enemigo resuelto de la Misa y del Papa! ¡Admitir las demandas del blasfemo que decía-. "Afirmo que todos los lupanares, los homicidios, los robos, los adulterios son menos malos que esta abominable misa"! De tan monstruosa rehabilitación sólo se puede llegar a una conclusión: o bien hay que condenar al Concilio Vaticano II que la autorizó o bien hay que condenar al Concilio de Trento y a todos los papas que desde el siglo XVI declararon que el protestantismo era herético y cismático.

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