jueves, 4 de octubre de 2012

OFRECER A DIOS TODAS LAS MISAS QUE SE CELEBRAN EN LA IGLESIA



      Santa Margarita María de Alacoque, la confidente más destacada del Sagrado Corazón de Jesús, amó con todo su alma el Santo Sacrificio de la Misa; desde muy corta edad intuía su importancia, por eso, siendo apenas una niña, hizo voto de castidad durante una Misa en el momento de la elevación de la Sagrada Hostia.

      Siempre que acudía a una iglesia -y luego siendo ya religiosa de la Visitación- buscaba el lugar más cercano al Sagrario, como arrimándose al Corazón de Aquél que era su vida entera. Un día después de comulgar sintió que Jesús le decía:

 "Soy lo mejor que en esta vida puedes elegir. Si te decides a dedicarte a mi servicio tendrás paz y alegría. Si te quedas en el mundo tendrás tristeza y amargura"

      Para Santa Margarita María era poco la misa cotidiana y hubiera querido asistir a todas las Misas que se celebraban en el mundo entero. Por ello, se unía en espíritu a todas las Misas del día y les decía a sus novicias:

“Ofrezcan a Dios todas las Misas que se celebran en la Iglesia. Rueguen a sus santos ángeles que las oigan y las ofrezcan en su lugar para reparar tantas ofensas que Nuestro Señor recibe de los pecadores en el mundo entero.”

      Ella misma nos dice sobre su amor a Jesús Eucaristía: “No podía rezar oraciones vocales delante del Santísimo Sacramento, donde me sentía tan absorta que nunca me cansaba. Y hubiera pasado allí los días y las noches sin beber ni comer y sin saber lo que hacía, si no era consumirme en su presencia como un cirio ardiente para pagarle amor por amor. No podía quedarme en la parte baja de la iglesia y, por mucha confusión que sintiera en mí misma, no dejaba de ponerme lo más cerca posible del Santísimo Sacramento.”


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1 comentario:

  1. ORACIÓN QUE SALVA A MIL ALMAS DEL PURGATORIO:

    Señor Dios omnipotente, te ofrecemos la preciosísima Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, junto con todas las misas que se celebran hoy día en todo el mundo, para las benditas Almas del Purgatorio, para los pecadores de todas partes, para los pecadores de la Iglesia Universal, para los pecadores de nuestra familia y para los pecadores de nuestro hogar.

    (Promesa hecha por Jesús a una mística hace siglos).

    Y aquí hay que recordar las palabras de la Virgen del Rosario de Fátima a los pastorcillos:

    "¡Cuanta gente se condena porque no hay nadie que rece por ellos!"
    Y la oración que pidió que se diga en cada Rosario:

    "Padre Eterno, yo te ofrezco la preciosísima Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, presente en todos los Sagrarios de la Tierra, en reparación de los sacrilegios, ultrajes e indiferencias con que Él mismo es ofendido, y por los méritos infinitos de su Santísimo Corazón, y por la intercesión del Corazón Inmaculado de María, os pedimos la Conversión de los pobres pecadores".

    Y las palabras de Jesús a María Valtorta:

    "Muchísima gente para los cuales se ha rezado toda la vida por ellos, en el instante antes de comparecer en el Juicio de Dios, tendrán la gracia sobrenatural del arrepentimiento, y por tanto serán merecedoras del perdón de Dios".





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