miércoles, 19 de marzo de 2014

SAN JOSÉ, PATRÓN DE LA SANTA IGLESIA, CUSTODIO DE VÍRGENES, PADRE DEL CARMELO




 El ilustre Patriarca, el Bienaventurado José, fue escogido por Dios prefiriéndolo a cualquier otro santo para que fuera en la tierra el castísimo y verdadero esposo de la Inmaculada Virgen María y el padre putativo de su Hijo único. Y con el fin de permitir a José que cumpliera a la perfección un encargo tan sublime, lo colmó de favores absolutamente singulares. Por eso, es justo que la Iglesia católica, ahora que José está coronado de gloria y honor en el Cielo, 
lo rodee de magníficas manifestaciones de culto
 y lo venere con una íntima y afectuosa devoción.

( Papa Pío IX, Inclytun Patriarcham, del 7 de julio de 1871 )



SAN JOSÉ VIRGEN 

SAN JOSÉ PERMANECIÓ PURÍSIMO 
JUNTO A NUESTRA SEÑORA

     San Jerónimo defiende la virginidad de San José en su escrito contra Helvidio: Tú dices que María no fue virgen; yo reivindico para mí aún más, a saber, que también el mismo José fue virgen por María, para que del consorcio virginal naciese el Hijo virgen. En el santo varón no hubo fornicación y no se ha escrito que haya tenido otra mujer. De María fue más bien custodio que marido; de donde se sigue haber permanecido virgen con María, quien mereció ser llamado padre del Señor. (Adversus Helvidium 19; PL 23, 213)

     San Pedro Damián: No parece que fuese suficiente que sólo la Madre fuese virgen; es de fe de la Iglesia que también aquel que hizo las veces de padre ha sido virgen. Nuestro Redentor ama tanto la integridad del pudor florido, que no sólo nació de seno virginal, sino también quiso ser tocado por un padre virgen. (Epístola 6 ad Nicolaum II; PL 145, 384)

     Dice San Francisco de Sales: María y José habían hecho voto de virginidad para todo el tiempo de su vida y he aquí que Dios quiso que se uniesen por el vínculo del santo matrimonio, no para que se desdijeran y se arrepintieran de su voto, sino para que se confirmasen más y más y se animasen mutuamente juntos durante toda su vida. (Pláticas espirituales, Ed. Balmes, Barcelona, 1952, plática XIX, p. 325) 

     Santo Tomás de Aquino enseña: Se debe creer que José permaneció virgen, porque no está escrito que haya tenido otra mujer y la infidelidad no la podemos atribuir a tan santo personaje. 
(Summa Theologica III, q. 28, a. 3)


SANTA TERESA DE JESÚS
LA PERFECTA HIJA Y DEVOTA DE SAN JOSÉ
(Tomado del Capítulo XXXIII de su Vida)


          En el día de la Asunción ( de 1561), estando en un monasterio de la Orden del Glorioso Santo Domingo... vínome un arrobamiento tan grande que casi me sacó fuera de mí... Parecióme que me veía vestir una ropa de mucha blancura y claridad, y al principio no veía quién me la vestía; después vi a Nuestra Señora hacia el lado derecho y a mi Padre San José al izquierdo... Díjome Nuestra Señora que le daba  mucho contento que sirviera al Glorioso San José, que creyese que lo que pretendía del monasterio se haría y en él se serviría mucho el Señor y ellos dos.

          Una vez, estando en una necesidad que no sabía qué hacer ni con qué pagar unos oficiales, me apareció san José, mi verdadero padre y señor, y me dio a entender que no faltarían, que los concertase y así lo hice sin ninguna blanca, y el Señor, por maneras que espantaban a los que lo oían, me proveyó. Por eso, recomendaba encarecidamente a cada una de sus monjas: Aunque usted tenga muchos santos por abogados, séalo en particular de san José que alcanza mucho de Dios . Y les decía: Hijas, sean devotas de san José, que puede mucho.


          Dejó escrito el Padre Jerónimo Gracián, confesor y amigo de Santa Teresa de Jesús: "Ella puso sobre la portería de todos sus monasterios que fundó, a Nuestra Señora y al glorioso San José; y en todas las fundaciones llevaba consigo una imagen de bulto de este glorioso santo, que ahora está en Ávila, llamándole fundador de esta Orden... Otras muchas cosas pudiera decir que han acaecido a esta misma Madre con el glorioso San José por haberla confesado y haber sido su prelado mucho tiempo."

  (P. Jerónimo Gracián , Josefina: excelencias de San José, Madrid, 1944, p. 209)



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