domingo, 1 de junio de 2014

SERMÓN PARA EL DOMINGO DE LA OCTAVA DE LA ASCENSIÓN


DOMINGO DE LA OCTAVA DE LA ASCENSIÓN

Por el Rvdo. P. Héctor Lázaro Romero

     La Misa de hoy es como una preparación de la fiesta del próximo Domingo: Pentecostés, la fiesta del Espíritu Santo, la fiesta en que celebramos la venida del Espíritu Santo sobre Nuestra Señora y los Apóstoles.

     Un autor espiritual escribió un libro dedicado al Espíritu Santo llamado “El gran desconocido”, y, en efecto, el Espíritu Santo nos resulta aún más misterioso que las otras Personas divinas, y, por lo mismo, muchas veces perdemos de vista la trascendencia que tiene en nuestra vida. Y por eso, perdemos también de vista la trascendencia de Pentecostés.

     El Espíritu Santo aparece ante nosotros como un gran misterio, pues “espíritu” son también las otras dos Personas de la Santísima Trinidad; así como así también son “santas”. La tercera Persona de la Santísima Trinidad no tiene nombre propio.


     Sin embargo, el Espíritu Santo tiene gran trascendencia en nuestra vida espiritual, es Él quien nos guía en el camino de la santificación, a Él deberíamos pedirle las luces que necesitamos para nuestra vida de cristianos. No lo perdamos de vista e invoquémoslo a menudo, especialmente en la novena de la fiesta de Pentecostés.

     Antes del siglo XV, se llamaba a este Domingo, Domingo de la rosa. Celebraba la Misa el Papa y predicaba una homilía en la que anunciaba al pueblo la próxima venida del Espíritu Santo. Mientras hablaba, para expresar sensiblemente el tema que desarrollaba, se hacía caer sobre los fieles una lluvia de rosas para simbolizar la venida del Espíritu Santo. Nosotros no haremos lo mismo, pero esperamos que ustedes se prepararán para la fiesta como aquellos fieles que escuchaban estos sermones.

     Decíamos que la Misa de hoy es como una preparación de esta fiesta, ese es el tema que domina en los textos litúrgicos. El tema es el Espíritu Santo: en la epístola de San Pedro se habla de la actuación del Espíritu Santo en nuestra vida, de la caridad, y en el Evangelio se nos hace la promesa formal del Espíritu Santo. Esas serán las dos partes de este sermón, extendiéndonos un poco más sobre el primer aspecto: la actuación del Espíritu Santo en nuestra vida (la epístola de hoy) y deteniéndonos en algunos puntos destacables del segundo aspecto: la promesa formal del Espíritu Santo (el Evangelio de hoy).

      ¿Cómo actúa el Espíritu Santo en nuestra vida? por la caridad. La epístola nos habla sobre los efectos de la caridad para con el pecador: “teneos continua caridad los unos a los otros, porque la caridad cubre la muchedumbre de los pecados”. La caridad cubre los pecados, la caridad disimula los pecados del prójimo, la caridad disimula nuestros pecados.

     La caridad busca la gloria de Dios. “sed prudentes, velad y orad”. Se nos insiste en la oración. Y se nos insiste en que busquemos también el bien del prójimo, que tengamos caridad, y caridad ardiente, y eso “ante todo”, nos dice el Apóstol. Es decir, hemos de anteponer este precepto a cualquier otro.

     Uno de los motivos que tenemos para practicar la caridad con el prójimo es el que nos da a continuación San Pedro: “porque la caridad cubre la muchedumbre de los pecados” como ya hemos dicho. Es decir que quien ama, quien tiene caridad, disimula los defectos del prójimo, de aquel a quien ama, así como Dios sabe disimular los de la persona caritativa.

     La caridad disimula los defectos del prójimo: porque el amor, la caridad une al que ama con su amado, de manera que quiera para él lo mismo que quiere para sí. Sin embargo, ¡qué empeño ponemos para disculpar nuestros defectos, mientras que los del prójimo parecen imperdonables!

     Tengo que aprender a considerar al prójimo como a mí mismo, y darme cuenta de que yo soy capaz también de cualquier pecado. “No hay pecado cometido por un hombre del que no sea capaz otro hombre si le falta el Creador de los hombres”, dice San Agustín.

     Y San Pablo a los Gálatas enseña: “Hermanos, si alguno fuese hallado en falta, vosotros, los espirituales, corregidle con espíritu de mansedumbre, cuidando de ti mismo, no seas también tentado”.

     Sin embargo, ¿cuánto tiempo somos capaces de hablar sin criticar al prójimo? Ciertamente no juzgamos con la misma benignidad que nosotros mismos a nuestro prójimo.
Nuestra caridad disimulará nuestros propios pecados: es tal el interés de Dios porque perdonemos a nuestro prójimo, que al misericordioso Dios le dará su Gracia para que, arrepintiéndose a tiempo, alcance misericordia.


     Recordemos: debemos perdonar si queremos ser perdonados. “No juzguéis y no seréis juzgados, no condenéis y no seréis condenados, absolved y seréis absueltos”, dice Nuestro Señor.

     Así debe actuar el Espíritu Santo en nosotros: haciéndonos practicar la caridad, y nosotros debemos dejarnos gobernar por Él.

     En el Evangelio, Nuestro Señor hace la promesa formal de enviar el Espíritu Santo. “Cuando viniere el Consolador que yo os enviaré del Padre, el Espíritu de verdad, que procede del Padre, Él dará testimonio de Mí”. Y les aclara que ese Espíritu vendrá para fortalecerlos en la misión a la que destina a sus discípulos: “Y vosotros daréis testimonio, porque desde el principio estáis conmigo. Os he dicho esto para que no os escandalicéis. Os echarán de las sinagogas, y vendrá la hora en que todo el que os matare pensará hacer un servicio a Dios. Y harán esto con vosotros porque no han conocido al Padre ni a Mí. Pero os he dicho esto para que cuando llegue dicha hora os acordéis de que yo os lo dije”. El Espíritu Santo será la fuerza de los discípulos en medio de las persecuciones que sufrirán, las cuales son anunciadas. ¡Y como se ha cumplido, y continúa hoy cumpliéndose, esta profecía de Nuestro Señor! Continuará cumpliéndose, y quizás con persecuciones cada vez más terribles. Sin embargo, la fuerza de Dios estará con los discípulos de Nuestro Señor.

     Que el Espíritu Santo actúe en nuestra vida diaria infundiéndonos la caridad para con el prójimo, y que nos apoyemos siempre en Él y en Su Divina Esposa, la Santísima Virgen, para que nos comunique la fortaleza que necesitamos ante las persecuciones.


NOTA IMPORTANTE:

El Rvdo. Padre Héctor Lázaro Romero, ha tenido a bien aceptar nuestra petición
y celebrará ocasionalmente la Santa Misa
por las personas e intenciones de nuestros amigos y colaboradores.

Si alguien necesita oraciones especiales o bien desea aplicar la Santa Misa
por el alma de un difunto en particular, pueden contactarnos en nuestro email

traditio@hotmail.com

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.