jueves, 3 de agosto de 2017

EL SANTO SACRIFICIO DE LA MISA, UN TRIBUTO DE AGRADECIMIENTO


"...el sacerdote que celebra una Misa tributa a Dios honra infinitamente mayor, sacrificándole a Jesucristo, que la que todos los hombres le tributarían muriendo por Él, con el sacrificio de sus vidas. Además, el sacerdote con una sola Misa tributa a Dios más honor que el que le han tributado y tributarán todos los Ángeles del Cielo, con María Santísima, quienes no pueden tributarle culto infinito, como el sacerdote que celebra en el Altar.



En la imagen, el Obispo Monseñor Guérard des Lauries, de la Orden de Predicadores


Añádase que el sacerdote, al celebrar, ofrece a Dios un tributo de agradecimiento digno de Su Bondad Infinita por todas las gracias concedidas hasta a los Bienaventurados del Paraíso, tributo de agradecimiento, digno de Dios, que todos los Bienaventurados juntos no le pueden tributar. De donde se desprende que, aun en este respecto, la dignidad del sacerdote está por encima de todas las dignidades, aun celestiales. Además, «el sacerdote es embajador enviado por el universo entero ante Dios, para interceder y alcanzar sus gracias en favor de todas las criaturas», como se expresa San Juan Crisóstomo; y San Efrén añade que «el sacerdote trata familiarmente con Dios». En una palabra, que para el sacerdote no hay puerta cerrada.

Jesucristo murió para crear un sacerdote. No era necesario que el Redentor muriese para salvar al mundo, pues bastaba que derramase una gota de sangre, que vertiera una sola lágrima, que prorrumpiese en una plegaria, y hubiera alcanzado la salvación de todo el mundo, porque, como esta oración hubiera sido de infinito valor, habría bastado para salvar no uno, sino mil mundos.

Con todo, para crear un sacerdote fue necesaria la muerte de Jesucristo; de no haber sido así, ¿dónde se hubiera hallado la Víctima que hoy ofrecen a Dios los sacerdotes de la Nueva Ley, Víctima Santísima e Inmaculada, capaz de tributar a Dios honores dignos de la divinidad? Ya apuntamos que todas las vidas de los hombres y de los Ángeles son incapaces de tributar a Dios un honor infinito, como se lo tributa un solo sacerdote con una sola Misa.



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