miércoles, 13 de septiembre de 2017

DESAGRAVIO A LA PRECIOSÍSIMA SANGRE DE NUESTRO REDENTOR JESUCRISTO


"Nos has rescatado, Señor, con Tu Sangre,
sin distinción de tribu, lengua, pueblo y nación;
 e hiciste de nosotros un reino para nuestro Dios." 

(Apoc. 5, 9 )





"La mención de las mujeres —ninguna de las aludidas en la genealogía tiene la jerarquía de las grandes mujeres del Antiguo Testamento— nos permite un acercamiento especial: son ellas, en la genealogía, las que anuncian que por las venas de Jesús corre sangre pagana, las que recuerdan historias de postergación y sometimiento.

En comunidades donde todavía arrastramos estilos patriarcales y machistas es bueno anunciar que el Evangelio comienza subrayando mujeres que marcaron tendencia e hicieron historia."

(Jorge Mario Bergoglio, "Francisco I", Villavicencio Colombia, 
8 de Septiembre de 2017)



     Por medio de esta blasfemia herética, Jorge Mario Bergoglio dice la blasfemia que la Virgen Nuestra Señora, le transmitió el pecado a Jesucristo, lo cual es una negación del Dogma de la Inmaculada Concepción. 

     La Inmaculada Concepción de María es el Dogma de Fe Católica que declara que, por una gracia especial de Dios, Ella fue preservada de todo pecado desde Su Concepción.

     Declaramos, proclamamos y definimos que la doctrina que sostiene que la Beatísima Virgen María fue preservada inmune de toda mancha de la culpa original en el primer instante de su concepción por singular gracia y privilegio de Dios omnipotente, en atención a los méritos de Cristo Jesús Salvador del género humano, está revelada por Dios y debe ser por tanto firme y constantemente creída por todos los fieles.

     Ella es, y con razón se la celebra, comola primera y exclusiva obra de Dios, y como la que salió ilesa de los igníferos dardos del maligno, y como la que hermosa por naturaleza y totalmente inocente, apareció al mundo como aurora brillantísima en su Concepción Inmaculada

( Papa Pío IX, Bula Ineffabilis Deus)




ANTE SEMEJANTE BLASFEMIA PÚBLICA
URGE REPARAR LA GLORIA DE DIOS
MEDIANTE LA DEVOCIÓN SINCERA 
A LA PRECIOSÍSIMA SANGRE 
DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO




Oh Sangre Preciosísima de vida eterna, precio y rescate de todo el universo bebida y purificación de nuestras almas, que defiendes continuamente la causa de los hombres ante el trono de la Suprema Misericordia! Os adoro profundamente, y quisiera desagraviaros, hasta donde me sea posible, de las injurias y ultrajes que recibís continuamente de las criaturas humanas; y especialmente de aquellas que se atreven temerariamente a blasfemar de Vos. 

         Y ¿quién no bendecirá esta Sangre de infinito valor? ¿Quién no se sentirá inflamado de amor para con Jesús que la derramó? ¿Qué sería de mí si no hubiese sido rescatado por esta Divina Sangre? ¿Quién os sacó hasta la última gota de las venas de mi Señor? ¡Ah! el amor fue ciertamente. ¡Oh amor inmenso, que nos has dado este bálsamo saludable! ¡Oh bálsamo inestimable, emanado de la fuente de un amor inmenso! ¡oh! haced que todos los corazones y todas las lenguas puedan alabaros, encomiaros y daros gracias ahora y siempre y hasta el día de la eternidad. Amén.

El Papa Pío VII, con rescripto de 18 de octubre de 1815, que se conserva en el archivo de la Archicofradía de la Preciosa Sangre de Jesucristo, además de concedió 300 días de indulgencia por cada día a los que con corazón contrito rezaren esta oraciónConcedió  también el mismo Pontífice 100 días de indulgencia por cada día a todo el que rece con devoción las siguientes aspiraciones


Viva, viva Jesús, que por mi salvación derramó toda la sangre de su corazón.
La sangre de Jesús fue mi vida
Bendita sea su bondad infinita.
Sea siempre alabada la sangre del Crucificado.

 Que al mundo del infierno ha rescatado. Esta sangre por bebida se nos ha dado, 
 y del pecado a las almas ha lavado. La Sangre de Jesús aplaca la indignación del Eterno, 
y nos lleva a su mansión. Si la sangre de Abel clama venganza, 
pues la  de Jesús perdona y alcanza. Si de esta Sangre nuestro corazón se llena,
 el ministro del furor divino pronto se ahuyenta. Si la Divina Sangre de Jesús se enaltece,
 triunfa el Cielo, y el abismo se entristece.



     La historia de la Devoción a la Preciosa Sangre de Nuestro Señor es la misma Historia de la Santa Iglesia Católica, porque Nuestro Señor, con el derramamiento de Su Bendita Sangre, desde la flagelación hasta la inmolación en la Cruz, nos ha redimido de nuestros pecados; en esta necesaria devoción se condensa la Predicación del Evangelio y la administración de los Sacramentos, especialmente en la confesión sacramental, donde místicamente, vuelve a rociarnos con esa Preciosa Sangre para lavarnos de la inmundicia del pecado

     Los Santos Padres fueron devotísimos de la Preciosa Sangre, como San Juan Crisóstomo en Oriente y San Agustín en Occidente. Entre las Santas, las revelaciones de Santa Gertrudis están llenas de las palabras más dulces y profundas acerca de la Preciosa Sangre.

    Pero fue Santa Catalina de Siena, la que mayormente destacó en su amor y veneración por la Sangre Bendita de Nuestro Señor, eligiendo esta devoción como su predilecta, además de remedio necesario para todos los males de cualquier época.

     La Devoción de la Preciosa Sangre es inseparable del Santo Sacrificio de la Misa, donde Nuestro Señor se hace presente en el Altar con Su Cuerpo, Sangre, Alma y Divinad por medio de las palabras de la Consagración; sería ideal que todo buen católico, en el momento de la elevación del Cáliz, rogase para sí y para los suyos, ser lavados en esta Bendita Sangre; que pidamos al Buen Jesús, que si fuese necesario, también nosotros derramemos nuestra sangre para defender y transmitir la Fe Católica, como han hecho los innumerables Mártires que no dudaron en entregarse como Nuestro Señor lo hizo en la Cruz Redentora.



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