martes, 6 de junio de 2017

LA FE ÍNTEGRA Y SINCERA, COMO FUNDAMENTO Y RAÍZ DE LA CARIDAD

  



  ORIGEN DEL INTEGRISMO CATÓLICO

     INTEGRISMO es una palabra ‘acuñada’ en realidad, por el Papa San Pío X, el Papa antimodernista. Este Pontífice persiguió sin piedad al modernismo, convencido del daño que podía producir a la Iglesia. Bajo sus auspicios nació el ‘Sodalitium Pianum’ (o ‘Fraternidad San Pío V’), dirigido por Mons. Umberto Benigni (1862-1934), encargado de detectar a estos elementos en las diócesis y seminarios, y de expulsarlos. Se entiende entonces el odio de todos los medios progresistas hacia el Papa Sarto.
     San Pío X sostuvo y promovió a este grupo y a su prensa, a la que denominó ‘integrista’. Por eso, la denominación de ‘integrista’ debería ser un título de gloria para el católico. Así lo afirma el inmortal Sardá y Salvany en su obra ya clásica: ‘El liberalismo es pecado’. Queremos pues ser integristas.

LO QUE CONLLEVA SER INTEGRISTA

     Ser integrista significa defender la integridad del dogma, afirmar todas y cada una de las verdades de Fe que la Iglesia nos enseña; sea por su Magisterio Ordinario, sea por su Magisterio Extraordinario, con todo lo que significan estas verdades, con todas las consecuencias que se derivan de ellas.
     Significa estar convencidos de que la Fe es Una, y que si se niega la más pequeña de las verdades de Fe, o se la pone en duda, se las niega o pone en duda a todas.
     Ser integrista significa pues adherir y prestar asentimiento interno a la totalidad del Magisterio de la Iglesia, también a su Magisterio político, con todas las consecuencias que se desprenden de esto. Significa tener como enemigo mortal al liberalismo, y defender la Realeza Social de Nuestro Señor Jesucristo.

     Como se ve, la palabra está preñada de sentido católico. Queremos pues, ser integristas.

EL INTEGRISMO, RESISTENCIA AL CONCILIO VATICANO II

     Hoy reinan el ecumenismo, la libertad religiosa, la colegialidad, doctrinas éstas que la Iglesia de ayer, la Iglesia ‘integrista’ condenó en diferentes oportunidades.
     En nuestros días la Iglesia sufre una crisis espantosa, puede decirse que la peor de su historia dos veces milenaria.
     Nosotros, al igual que los católicos tradicionalistas, y contándonos entre ellos, señalamos al Concilio Vaticano II como desencadenante de la misma; y afirmamos que el Concilio contradice la enseñanza infalible y tradicional del Magisterio de la Iglesia, particularmente en las tres doctrinas que hemos dicho.
     Pero, ¿cómo es posible que los hombres de Iglesia, aun aquel que ocupa el más alto puesto, avalen doctrinas erróneas? ¿No es esto contrario a la infalibilidad y asistencia divina prometidas a la Iglesia?



"LA FE CATÓLICA ES DE TAL ÍNDOLE Y NATURALEZA, QUE NADA SE LE PUEDE AÑADIR NI QUITAR"

    "Queremos también que los católicos se abstengan de usar aquellos apelativos que recientemente se han introducido para distinguir unos católicos de otros, y que los eviten, no sólo como innovaciones profanas de palabras, que no están conformes con la verdad ni con la equidad, sino también porque de ahí se sigue grande perturbación y confusión entre los mismos.


     La fe católica es de tal índole y naturaleza, que nada se le puede añadir ni quitar: o se profesa por entero o se rechaza por entero: "Esta es la fe católica; y quien no la creyere firme y fielmente no podrá salvarse". No hay, pues, necesidad de añadir calificativos para significar la profesión católica; bástale a cada uno esta profesión: Cristiano es mi nombre, católico, mi apellido; procure tan sólo ser en efecto aquello que dice."

( Benedicto XV en su Encíclica Ad Beatíssimi, 1914 )







LA FE ÍNTEGRA Y SINCERA, COMO FUNDAMENTO Y RAÍZ DE LA CARIDAD      

      "Podrá parecer que dichos "pancristianos", tan atentos a unir las iglesias, persiguen el fin nobilísimo de fomentar la caridad entre todos los cristianos. 
     Pero, ¿cómo es posible que la caridad redunde en daño de la fe? Nadie, ciertamente, ignora que San Juan, el Apóstol mismo de la caridad, el cual en su Evangelio parece descubrirnos los secretos del Corazón Santísimo de Jesús, y que solía inculcar continuamente a sus discípulos el nuevo precepto Amaos unos a los otros, prohibió absolutamente todo trato y comunicación con aquellos que no profesasen, íntegra y pura, la doctrina de Jesucristo: 'Si alguno viene a vosotros y no trae esta doctrina, no le recibáis en casa, y ni siquiera le saludéis'.
     Siendo, pues, la fe íntegra y sincera, como fundamento y raíz de la caridad, necesario es que los discípulos de Cristo estén unidos principalmente con el vínculo de la unidad de fe.
     … la unión de los cristianos no se puede fomentar de otro modo que procurando el retorno de los disidentes a la única y verdadera Iglesia de Cristo…" 


Papa Pío XI, Encíclica "Mortalium animos", 10, 6 de enero de 1928.





     



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