domingo, 4 de marzo de 2018

SERMÓN en la DOMINICA III DE CUARESMA: Las dos banderas



Qui non est mecum, contra me est
"El que no está conmigo, está contra mí"

 (Evangelio de San Lucas, cap. XI, vers. 23)

          Hay dos banderas desplegadas en el mundo: La Bandera de los buenos, que lleva Jesucristo y la bandera de los malos, llevada por el demonio.

​          Meditemos estas palabras, y veamos a qué parte pertenecemos por nuestras obras. El que no está conmigo, está contra mí: En este punto no podemos permanecer neutrales.

          La bandera de los malos: Con el lema: «Honores, riquezas, placeres. Felicidad».Estas cosas en sí no son pecaminosas, pero atraen a los hombres. Estas cosas nos alejan de la mortificación del espíritu y del corazón, de la humildad, del amor a la pobreza y renunciamiento personal; y con frecuencia nos hace ir descendiendo fácilmente al pecado. Los espíritus malos y los hombres malos son los portadores de esta bandera.

​          Los portadores de esta bandera ponen ante los ojos de los hombres el pensamiento de los honores: para halagar su vanidad. De las riquezas: que para ganarlas cometen injusticias y otros pecados, como trabajar los domingos, los comerciantes que roban en el peso de la mercancía, cometer fraude, etc. De los placeres: para cautivarlos y llevarlos a ilícitas satisfacciones.




​          Estos ministros de Satanás obran con intención de apartar a los buenos del sendero de la virtud, y de hacer recaer al pecador y procurar que contraiga el hábito de pecado; y de este modo retenerlo en la tibieza e indiferencia.

​          Todo el que es llevado y guiado por ellos, es realmente ministro de Satanás, que combate bajo de la bandera del demonio. Está en la vía ancha, que conduce al infierno y a la condenación. Satanás y sus ministros se encuentran en todo el mundo.​

          La Bandera de los buenos: Con el lema: «Penitencia, vida cristiana. Paraíso». Penitencia, en cuanto a sí, no atractiva a la carne y sangre. Pero trae consigo paz y santa alegría. La penitencia es la segunda tabla de salvación, y es muy agradable a la vista de Dios.

​          El Señor se sirve en el mundo de los Ángeles, de los Sacerdotes y de los buenos, para excitar a los malos al arrepentimiento y a la enmienda, y para conducir a los buenos a más alta santidad y a la perseverancia.

​          Él, les manda: Que manifiesten la inestabilidad de los honores, riquezas y placeres.

​          Que inculquen el espíritu de penitencia, como fuente de cristiana perfección, a dar paz a las almas, mediante el perdón de los pecados. A guiarlas al Cielo con los consejos, compasión y ejemplo.

​          Los que llevan la Bandera de Cristo trabajan, en efecto, con entusiasmo: Ardiendo de celo por la salvación de las almas. Enseñando la Doctrina Cristiana a los niños. Visitando a los débiles, enfermos, moribundos; Oficio practicado con frecuencia sin recibir ni las gracias, pero hecho por Dios. Viajando de país en país. Como san Francisco Javier y los Misioneros católicos.

​          Quien así obra es verdaderamente un Ministro de Dios. Que lucha bajo de la bandera de Cristo. Que guía los hombres al cielo y a la salvación eterna.

​          El sacerdote debe defender a los fieles contra el error, por eso enseña, predica e instruye. El predicar es obligación que incumbe a los sacerdotes; San Pablo teme faltar a este deber. El Concilio de Trento exige esta obligación, reglamentada en el Código Eclesiástico.

​          Pelear bajo de la Bandera de los buenos es un honor y un privilegio.




ENSEÑANZAS:

​          Cada cual debe estar bajo una de las dos banderas. Sería una injuria a estas alturas el no habernos decidido por la bandera de Cristo, igualmente es una injuria el decirse estar bajo la bandera de Nuestro Señor Jesucristo y estar obrando como los enemigos de su obra buscando honores, riquezas y placeres.

​          La Cuaresma es tiempo a propósito para reflexionar con cuál estamos militamos según nuestras obras, y si hemos militado como verdaderos seguidores de la bandera de Nuestro Señor Jesucristo.

​          Si de veras deseamos nuestra salvación, la Bandera de Cristo será nuestra única esperanza.

​          Cada uno resuelva abrazar la Bandera de Cristo según sus propias y particulares necesidades.
          Quien con amor porte la Bandera de Nuestro Señor Jesucristo, alcanzará la victoria y la corona reservada a los valientes.

          ​Pidamos en este día a María Santísima que nos alcance de su Divino Hijo la gracia de perseverar bajo su bandera y la gracia de algún día poseer el Reino de los Cielos.




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